“Si destruimos nos destruimos”

El Popol Wuj y la metáfora del cuidado de la vida

En el Popol Wuj libro antiguo de los pueblos mayas, encontramos una extraordinaria metáfora sobre el cuidado de la vida, se trata de lo ocurrido a los seres de madera y bajareque, aquellos que existieron a partir de la tercera creación. Para aquellas personas que no tengan muy presente los relatos del Popol Wuj, recordaré que este libro narra que durante el tercer intento de creación de la gente (winaq), las energías formadoras hicieron a un hombre de madera y una mujer de bajareque. Estos seres tuvieron descendencia y se les concedió la posibilidad de disfrutar de todo lo que existía. Pero les fue dicho que no se olvidarán de agradecer a quien les había dado y les daba la vida. Sin embargo, después de haber vivido mucho tiempo, estos seres se olvidaron de aquello que sustentaba su existencia, se ensoberbecieron y empezaron a maltratar a lo que les daba vida. Fueron advertidos dos y tres veces, pero no escucharon y llegaron a un límite, de esa cuenta todo lo que les generaba vida, se volvió contra ellos y los destruyo. Aquí un extracto del relato:

Fueron escarmentados por incompetencia ante su madre creadora y ante su padre creador… Hablaron todas sus tinajas, sus comales; sus platos; sus ollas; su nixtamal, sus piedras de moler. Todo lo disponible se hizo presente. Nos provocaste mucho daño, nos mordiste, ahora serán ustedes los mordidos, les dijeron sus perros y sus chompipes. Sus piedras de moler dijeron: en nuestra cara ustedes molían todos los días, día tras día; al anochecer, al amanecer, siempre joli, joli, juk’i, juk’i sobre nuestras caras… Ahora probarán nuestras fuerzas, los moleremos… Luego sus perros les dijeron cuando hablaron ¿Por qué no nos daban de comer?… Por poco moríamos de hambre por su causa… Ahora probarán los dientes que tenemos en la boca… Luego sus comales, sus ollas les dijeron: Mucho dolor nos causaste… siempre estábamos sobre el fuego. Pruébenlo ahora: ¡los quemaremos! Las piedras, los tenamastes que estaban en el fuego se lanzaron con ímpetu a sus cabezas. Les hicieron daño; desesperados corrían… querían subir sobre sus casas, pero las casas se desmoronaban y ellos caían, querían subir a los árboles, pero ellos los rechazaban, querían entrar en las cuevas y las cuevas se cerraban ante ellos. Así fue pues la destrucción de esa gente, la gente formada (Sam Colop, 16-19).

Esta grandiosa narrativa solo pudo haber surgido de una sociedad que había generado profundos y sofisticados procesos de reflexión sobre la fragilidad de la vida. Mediante estas líneas nos advierte que la existencia de la gente es finita y está vinculada a nuestro propio proceder. El texto otorga gran importancia a los utensilios que se encuentran normalmente en una cocina maya: piedra de moler, tenamastes, comal, ollas. Es decir, concibe el espacio donde se elaboran los alimentos como un lugar de la vida, apreciado, no degradado.

Todo tiene vida. Esto lo aprendemos desde la niñez cuando nos enseñan a tratar con cuidado todo, y a dialogar con el fuego, con el comal, con la olla, con el azadón, con el machete, con la milpa, con los árboles, con los animales. No es raro entonces, que, desde el sentido maya de la existencia, epistemología o cosmogonía, todo lo que occidente llamaría “naturaleza”, tierra, piedras, valles, montañas, bosques, barrancos, ríos, lagos, mares, aire, sol, luna, estrellas, todo, tiene vida propia y forman parte del rachulew (faz de la tierra) entendido como gran tejido, en donde cada uno de los hilos se sostiene de otros y es sostenido por otros. Cuando se rompe un hilo, el tejido comienza a destruirse. Las personas somos solamente un hilo más en el tejido del rachulew. Ni la gente, mucho menos el “el hombre”, están legitimados a dominar el rachulew, esa sería una pretensión de gran arrogancia. En contraste se piensa que ri winaq, deben tener una existencia de absoluta humildad frente a todo aquello que da vida. Los rituales, tanto individuales como colectivos de agradecer por todo, está asociado a la práctica de la creación y el cuidado de la vida y todo lo que la genera, como resultado de haber comprendido que la vida es frágil.

En la actualidad, principalmente entre la gente maya del área rural, se sigue usando la expresión loq’lej (sagrado es lo más cercano en español), para referirse a todo lo que da vida y existencia: loq’lej ulew (sagrada tierra), loq’lej q’ij (sagrado sol), loq’lej ya’ (sagrada agua) loq’lej juyu’ (sagradas montañas), loq’lej ixim (sagrado maíz), loq’lej q’utum’ (sagrada comida), loq’lej k’aslem (sagrada vida). Todo, además, tiene ruk’ux (corazón), tiene rajawal’ (espíritu-dueño-guardián).

Hay rituales de agradecimiento antes y después de la siembra, antes y después de comer, antes y después de tomar un tuj (baño de temascal). En estas acciones cotidianas en que se ejercen principios como el agradecimiento por todo lo relacionado al cuidado de la vida y de la existencia, se evidencia un sentido de la vida opuesto al de “occidente”, en donde “el hombre” se considera dueño y señor de la naturaleza; a las mujeres se les considera parte de esta naturaleza sometida igual que a los Pueblos Originarios.

Asistimos a una profunda crisis de la humanidad, a una destrucción acelerada de las condiciones que generan y soportan la vida, como resultado de que quienes se han arrogado el dominio del mundo, han abrazado la obsesión por someter a lo que llamaron “naturaleza”. Sobre esta racionalidad se han inspirado el capitalismo, el patriarcado y los procesos de colonización, desde donde se normalizan el dominio, la penetración, la destrucción, el exterminio y el despojo contra las Naciones Originarias, consideradas como parte de la “naturaleza”. 

Esperamos que esta concepción hermosa de la vida, venida de la experiencia histórica de los Naciones Originarias, sea hoy como siempre debió serlo, una esperanza de recuperación, un aporte al mundo. La idea de vivir en plenitud; de vivir mejor con menos; de sustituir el despojo y el control por el placer de la convivencia con todo lo que posibilita la vida; de buscar la autonomía como practica de libertad, nos convoca a retomar el sueño de hacer juntas y juntos el vivir con relación al todo.

 

 

 

 

 

 

Aura Cumes Simón